Toni Carmelo forma parte de una estirpe de caballeros que viajan a caballo, movidos por un ansia de libertad. Un colectivo de aventureros, fuertes y nómadas, para quienes la verdadera vida está en el camino. Centauros modernos que dan la espalda a los espejismos del mundo actual para reencontrase con la naturaleza y transitar por un entorno rural riquísimo en culturas, tradiciones y personas.
Militar en la reserva, Toni pasó más de 15 años destinado en unidades de montaña en los Pirineos, donde caballos y mulos eran el medio de transporte. Realizaba, en cualquier época del año, salidas de vida y movimiento en montaña de 8 días de duración con su batería de cañones al mando de 120 hombres con 30 caballos y 60 mulos. Allí desarrolló su pasión por los caballos y por la naturaleza, a las que, desde hace casi una década, da respuesta viajando a caballo, una afición que se ha convertido en un estilo de vida.
¿Qué te lleva al mundo del viaje a caballo?
Es una pregunta que me hacen siempre, y siempre contesto lo mismo: la pasión que he tenido por los caballos desde muy pequeño. Empecé a montar cuando ingresé en la Academia General Militar. Para los cadetes la equitación era una asignatura obligatoria, para algunos complicada, pero a mí me abrió un mundo nuevo. Era algo que siempre había deseado.
Cuando terminé la Academia como teniente, me asignaron caballos del Ejército y competí en diferentes disciplinas como salto, doma, completo y raid. De hecho, tengo el Galope 7 en doma, salto y completo.
Soy un heredero de la equitación clásica, pero siempre había algo en mi interior que me impulsaba a hacer las cosas de otra manera, y con veintipocos años, cuando podía, me iba por ahí tres días a caballo. También empecé a interesarme por la doma natural y con todo lo relacionado con lo que ahora se llama “domas alternativas”. Tenía claro que lo que quería hacer cuando pasara a la reserva, y contara con más tiempo para mí, sería “viajar a lomo de caballos y de mulas”.
¿Cómo definirías al viajero ecuestre?
Yo creo que los viajeros ecuestres somos, fundamentalmente, tres cosas: libres, fuertes y nómadas. Viajar a caballo te da libertad y te da autonomía, y te permite disfrutarlas en el mundo rural y en plena naturaleza, algo que también nos apasiona. Tú decides dónde empieza y donde acaba el viaje.
El caballo también te hace poderoso. Esa simbiosis que tenemos con el caballo te hace sentirte como un centauro. Nos acoplamos a nuestro caballo y vemos las cosas desde otra perspectiva, más alta. Nos sentimos fuertes encima del caballo, nos da resistencia, nos da poderío, nos da capacidad de ver lo que nos rodea, porque es el caballo el que se concentra en el camino por donde tiene que ir. También nos hace nómadas, exploradores, aventureros…
¿El viajero a caballo se sale del sistema?
Creo que sí. Es un poco lo que buscamos. Romper con la rutina, con el estrés, con la presión social, con los hábitos mal adquiridos que tenemos en casa, con la comodidad, con la televisión, con los medios de comunicación… Desde ese punto de vista, te doy la razón. Pero también te digo que viajar a caballo te da la oportunidad de conocer un mundo rural que es riquísimo en culturas, en tradiciones, en personas. Es llegar a un pueblecito y encontrarte con gente que te acoge y pregunta por lo que haces y cómo lo haces, conozca o no el mundo del caballo. Te permite contactar con un montón personas que, de otra manera nunca conocerías, que a menudo se conviertan en amigas para toda la vida. Hay mucha gente que te para en el camino y que te pregunta si necesitas algo, que te deja una finca o unas cuadras para pasar la noche… Por un lado, damos un poco la espalda al mundo moderno y por otro recuperas el contacto con el mundo rural.
En esa vuelta a la naturaleza, de la que tanto se habla ¿la del viajero a caballo es la más intensa?
Sin duda. Es una actividad completísima. Que también te exige mucha preparación, porque no deja de ser una actividad con un cierto riesgo físico, para ti y para los animales que te acompañan. Yo siempre digo que el riesgo es directamente proporcional al número de miembros que forman el equipo. Es una actividad preciosa, que te lleva a la naturaleza, respetuosa con el planeta, aunque todavía se nos siga viendo como algo raro, cuando lo que habría que hacer es promocionar el turismo ecuestre y todo lo relacionado con el mundo del caballo.
Se supone que en 2035 ya no habrá vehículos de combustión, sólo eléctricos. Y yo creo que también habría que contemplar otros medios de locomoción y transporte como el caballo. Hace poco recordaba en redes sociales un viaje por la Vía de la Plata, hace unos nueve años, con una foto en la Plaza Mayor de Salamanca con mis équidos, y un seguidor me preguntó, sorprendido, que cómo pude hacerlo “porque ahora está prohibido”. Creo que es una barbaridad que se prohíban estas cosas.
¿Por el estiércol?
Imagino que también por más cosas. En mi equipo llevo un recogedor, un cepillo y unas bolsas para, en su caso, recoger el estiércol. Si me meto en un pueblo o en una ciudad y el caballo se hace caca me paro y la recojo. Creo que hay que molestar lo menos posible. Mucha gente cree que vamos contaminando nosotros cuando en realidad lo que estamos haciendo es movernos de la manera más natural el posible. Se nos ha olvidado que, hasta hace muy poco, nos movíamos a caballo, como lo ha hecho la humanidad durante miles de años. Todos los centros históricos que visitamos se han construido a base de carretas tiradas por mulas y caballos.
La única multa que me han puesto por ir a caballo fue en Segovia, hace algo más de un año, bajando desde la Plaza Mayor al Acueducto. También hay algunas vías verdes donde, sorprendentemente, no se puede ir a caballo, solo andando o en bicicleta. En mi segunda afición, la navegación, pasa algo parecido: te prohíben fondear en un puerto natural, cuando a veces no te queda más remedio porque hay mala mar.
En las vías pecuarias y en las servidumbres de paso a veces también tienes problemas, porque las han cerrado o porque han puesto un paso canadiense y al lado una puertecita para peatones por la que no pasan las mulas cargadas con las maletas. En ocasiones la única solución es cortar el alambre. Llevo siempre un poco de alambre para dejarlo como estaba.
Hay que recordar que el turismo a caballo es una actividad que cada año genera más dinero y que además tiene un impacto positivo en el mundo natural y rural. Creo que habría que facilitar las cosas desde el conocimiento y la experiencia, y no desde los despachos. No tiene ningún sentido poner puertas en los caminos por la que no pueden pasar unas mulas cargadas en reata o un carruaje.
Se puede hablar de prejuicios atávicos con la gente que va a caballo, que algunos ven con una actividad elitista.
Creo que a veces sí. Y sabiendo que pasa eso, tenemos que ser muy sensibles con el tema y ser extremadamente educados ante cualquier situación de este tipo. Evitar los enfrentamientos. Yo cuando he tenido algún encuentro, que han sido muy poquitos, que podrían haber resultado un poco violentos, he bajado el tono y al final han acabado dándome la razón.
En la Equitrobada del 2022, en la que fui con un amigo francés y donde nos dieron el premio al recorrido más largo, una de las noches dormimos al pie de un cementerio, que es un buen sitio. Siempre aconsejo acampar junto a los cementerios porque suele haber verde, están aislados y casi siempre hay agua. Pues esa noche vino la policía local del pueblo a cerrar la puerta del cementerio y se encontraron fuera las tiendas montadas. Preguntaron que quién anda ahí. Salimos de las tiendas y hubo un pequeño conflicto, pero, al final, después de dar las oportunas explicaciones, quedamos como amigos.
Cuando decides hacer un recorrido ¿qué es lo que te guía? ¿qué buscas? ¿qué eliges?
Son muchos años ya donde, por lo que has leído, por lo que has vivido, por donde has ido… guardas en tu mente aquello de “aquí tengo que venir con mis caballos”. Te hablo de Ordesa, de Gredos, de Sierra Nevada, de El Rocío, de Santiago … me muevo mucho por estas cosas, que en mi interior mantengo como unas zonas fantásticas para visitar a caballo.
Mi próximo proyecto de viaje ecuestre será en abril. Aprovechando que tengo una reunión de promoción el fin de semana del día 15 en Granada, me llevaré mis équidos y recorreré la zona de las Alpujarras, el desierto de Tabernas y el Cabo de Gata en un viaje ecuestre de 14 días.
El año pasado fue en Segovia y aproveché para ir a Gredos y de allí a Alburquerque, donde teníamos un Encuentro de Viajeros a Caballo y lo hice por la famosa ruta de Carlos V, que tenía en mi cabeza desde hacía años. Salí de Navarredonda, pasando por la Garganta del Infierno, la Degollada de las Yeguas y luego entré en Extremadura hacia Cuacos y Yuste, y finalmente hacia Alburquerque.
En el caso de Granada, me apetece recorrer las Alpujarras granadinas y almerienses y, ya que voy a Almería, me haré el desierto de Tabernas. He hecho el de los Monegros y el de las Bárdenas Reales y solo me falta este, un lugar ideal para el mundo caballista por todo lo que representa de películas del Oeste. Me encanta porque tienen unas ramblas secas espectaculares. Y me digo ¿y qué más?, pues seguiré hacia Cabo de Gata para terminar en San José.
Otro ejemplo. En mayo me voy a Francia, soy socio de Chevaliers au Long Cours (CALC), probablemente la asociación más importante del mundo de viajeros a caballo,
de la que forman parte grandes y reconocidos viajeros ecuestres como Stéphane Bigo, Emile Brager, Françoise Levielle y Laurent Balmana que han viajado por todo el mundo. CALC organiza todos los años un fórum que dura cuatro días donde hay presentación de material y equipo, conferencias, exposiciones y experiencias personales.
Se intenta que todo sea lo más económico posible y se buscan espacios donde podamos tener los caballos y montar nuestras tiendas. Y bueno, ya que me voy a Dijon, me llevaré los caballos y pasaré un mes recorriendo esa bella parte de Francia a caballo.
Estas oportunidades las combino con algún proyecto importante. El viaje que hice a Lisboa desde Rosas fue también para acudir, ese año, al Fórum de CALC, que se hizo en Lisboa y que organizaba un socio, Philip, que vive en Portugal, propietario junto a su mujer de una yeguada de lusitanos y que ofreció su espacio para realizar el Fórum.
Yo vivo en Rosas, muy cerca de la frontera con Francia y pensé “y porque no me voy a caballo desde casa” y le doy un nombre a la ruta “Del Mediterráneo al Atlántico a través de la península Ibérica”. Fui de mi casa a la playa en Rosas, me hice una foto y de allí a Lisboa, a la playa de la Cortadura, que está al sur, en el Atlántico, donde me hice otra foto. Llevaba ya más de 1.700 kilómetros y había que volver, y lo hice cruzando de nuevo Portugal. En total más de 2.100 kilómetros. Mi viaje más largo hasta la fecha.
¿Cómo funciona la cabeza en un viaje tan largo?
Te cambia todo. Rompes con los hábitos que tenemos de comodidad, de confort. Pasar de tener todo listo a tener que procurártelo tú, exige un gran esfuerzo físico, porque cada día, como buen nómada, montas y desmontas el campamento y a veces llueve y te mojas, hace frío y pasas frío, hace viento, nieva… Pero, indudablemente, te limpia por dentro.
Es como cuando, hace muchos años, hacíamos ejercicios espirituales, donde al final te das cuenta de lo poco que necesitamos para vivir y de lo mucho que nos sobra. Desconectas, sin renunciar al móvil, porque es una herramienta necesaria, para navegar y por seguridad. Que te permite no perder el contacto con tus amigos, tu familia… Yo hice la ruta de la Alcarria en plena pandemia y pasar dos semanas sin conocer las cifras de enfermos y las noticias fue estupendo. Viajar a caballo te permite hacer una limpieza interior magnífica que, creo, nos hace más humanos, en el buen sentido de la palabra.
Al viajar por España, un problema añadido, son las guías de los caballos…
Ha sido complicado y yo, muchas veces, he pasado de sacarlas. Ahora, con las tarjetas del movimiento equino, la cosa ha mejorado, aunque valgan para un mes y el viaje sea de tres. Yo lo he discutido muchísimo con las oficinas comarcales porque, en mi caso, el destino es incierto. La última vez que las saqué fue en el viaje a Portugal. Entonces hablé con Philip y me dio los datos de destino, pero el problema es que luego hay que volver. En Portugal conseguir una guía te puede llevar una semana o más y el coste supera los 100 euros por animal. En cambio, si vas a Francia, donde voy muchas veces, la última para acudir a otra gran cita de los aficionados al caballo como es Equirando, donde hice 700 kilómetros, desde el sur de París hasta la Picardie, no hace falta sacar nada, voy con la documentación de los équidos y las vacunaciones en regla y ya está. En España ponen tantos requisitos que al final la gente elige no cumplirlos.
A la luz de tu experiencia, de tu afición, de tu conocimiento, ¿cómo se puede generar afición a viajar a caballo?
Es complicado, muy complicado. Aquí se organizó hace unos años un proyecto que se llamaba ADRINOC, cuyo objetivo era, a través del caballo, favorecer el desarrollo económico en zonas rurales. Estuve colaborando con este proyecto, que tenía fondos europeos, durante el tiempo que duró. El problema de estos proyectos es que duran lo que duran las ayudas.
Creo que hacen falta proyectos importantes desde el punto de vista institucional que fomenten el turismo ecuestre de manera particular y, en general, todo lo relacionado con el caballo, teniendo en cuenta que los practicantes, en su mayoría, son una clase media sostenible que contribuye con esta actividad al desarrollo económico del país.
Hoy, quien tiene un poco de interés por el mundo del caballo puede bucear por las redes sociales y encontrar un montón de información y contactos a los que pedir información. Yo he estado organizando jornadas sobre el tema y estoy metido en varias asociaciones en Francia y en España, como Cowboys de la Selva, que fomentan estas actividades. Hay que hacerlo de esta manera. No hay otra.
Cuando hablas de viajar a caballo hay dos cosas que echan para atrás a la gente. La primera es cómo moverse por el campo sin saber manejar un mapa. La segunda, el temor a lo que pueda pasar, a perderse o a cualquier otra situación complicada, como puede suceder en el mundo de la montaña o en otras disciplinas. Hay mucha gente que le gusta pasear por el monte, pero no todos son alpinistas. Yo creo que tenemos el mismo problema, incluso más, porque vas con animales que son seres vivos, que tienes que atender y que, para hacerlo, debes tener conocimientos. Esto pasa también en el mundo de la navegación, donde a mucha gente le gusta navegar, pero en su bahía y sin separarse mucho de la costa, y hay otros que se lanzan a dar la vuelta al mundo, que son los menos.
Si hablamos del turismo ecuestre, una de sus características es que te lo dan todo hecho. Si te apasiona el mundo del caballo y te gusta la naturaleza y el mundo rural, hay empresas que te ofrece rutas por sitios maravillosos donde te preparan el caballo y te ofrecen un servicio que incluye picnics en el campo, restaurantes, hoteles estupendos, donde además conoces gente. Puede ser que, entre estas personas que practican ese turismo ecuestre, haya algunos que piensen que también pueden hacerlo por su cuenta. Para ser viajero a caballo nadie te pide una titulación.
¿Hay un antes y un después del GPS?
Sí lo hay, especialmente en grandes viajes, pero también hay que ser capaz de seguir adelante si te quedas sin batería, se te rompe el GPS o se te cae a un río. Creo que debemos aprovechar la tecnología actual, pero también saber movernos con los medios de toda la vida, con los mapas en papel y con la orientación pura y dura. Wikiloc está muy bien, ofrece rutas y tracks y hay gente que las utiliza.
En mi caso, no suelo visitar mucho Wikiloc, me hago mis propias rutas, y me baso también en toda la información que está a mi alcance, como las páginas del camino Mozárabe de Almería, para mi viaje a Granada, que me permiten definir qué parte del recorrido voy a hacer por camino mozárabe, que ya lo hice en su momento desde Córdoba.
Actualmente hay muchísima información y, a veces, es muy difícil distinguir lo mejor. Hay alguien que ha hecho una ruta desde aquí hasta allí, pero tú vas al intermedio, y a veces no hay nada. Otro tema es que muchos tracks disponibles son de gente que lo hace en bici de montaña o senderismo. Y lo que para ellos no es un obstáculo, como un paso canadiense, una tapia, un paso muy estrecho, o un acantilado... para nosotros sí puede serlo yendo con mulas cargadas en reata. Me gusta utilizar Google Earth para tener una perspectiva del sitio por el que voy a ir y, sobre todo, cuando llega ya la hora de acampar, para buscar lugares buenos para pasar la noche, donde haya verde y agua.
¿Qué llevas en tus maletas?
La verdad es que me he acomodado mucho y por eso viajo con tres equinos. Mi equipo es mi autocaravana. Puedes viajar en una Volkswagen con lo justito o con una autocaravana enorme. Además, el viaje a caballo lo planteas en distintas estaciones del año, como mínimo en dos, donde las necesidades no son las mismas. Tienes que prever que puede llover, que puede hacer calor, que puede hacer frío…
Busco un equipo que me sirva para una cosa y para otra. Llevar 3 equinos me permite llevar mucho más equipo, aparte de aligerar la carga del caballo que montas. Llevo una buena tienda de campaña, de 6 kilos, de montaje y desmontaje rápido, donde puedo estar bien cobijado, cocinar, ponerme casi de pie, cambiarme de ropa, pasar el día entero si no para de llover… He penalizado la carga en favor de la comodidad. Mi perro duerme en el ábside de la tienda, antes lo hacía en una tiendecita, y ahora está más feliz a mi lado. Llevo una carpa, también de montaje rápido, de 4 kilos donde poder protegerme del sol o la lluvia. Si no hace mala noche, la utilizo para dormir y no monto la tienda. Llevo mi silla de pescador, de esas que tiene un soporte para un vaso. Antes llevaba un taburete plegable, pero no es lo mismo, con ella te puedes recostar hacia atrás y descansar los riñones y tomarte a gusto un chupito de whisky a la luz de las velas, porque llevo velas. No hay que olvidar que mi hogar está donde está mi tienda y en el paisaje que veo.
También llevo un cercado eléctrico, con 12 piquetas, un energizador con pilas de 1,5v y un mínimo de dos cuerdas largas. Cuando llego a un sitio y hay un prado, lo primero que hago es montar el cercado eléctrico para que los équidos pasen la noche de la mejor manera posible, descansando y comiendo. Es decir, también busco la comodidad de mis caballos y de mi perro, para el que también llevo comida.
Mi equipaje incluye, entre otras cosas, ropa y botas de agua. No solo para la lluvia, también para cuando el rocío de la mañana en la hierba alta te empapa. Las botas me permiten llevar los pies en buenas condiciones. Si llueve, me pongo mi impermeable y las botas de agua y ya puede caer un diluvio, que yo voy a caballo y llego seco al destino. Llevo también una hamaca de 2 kilos con patas de aluminio. Se monta en nada, cabe dentro de la tienda y me permite dormir cómodamente. También llevo una almohada de las de verdad, de esas que son viscoelásticas. Cuando viajas durante muchos días, es muy importante descansar bien por la noche.
Llevo todo lo necesario para cocinar: infernillos de gas y de leña, una especie de hornito donde metes trocitos de madera y que funciona muy bien, por si te quedas sin gas... También llevo la marmita típica de excursión y una, más grande, de hierro fundido, por si me encuentro con alguien y hacemos una buena cena. También me sirve para hacer huevos fritos o un arroz con verduras.
¿Llevas muchas provisiones?
Sí. Normalmente en provisiones me suelo pasar. De hecho, siempre me han sobrado. Llevo comida como mínimo para una semana. A veces no gastas todo, porque paras en algún sitio y compras algo que te apetece.
¿Y botiquín y otras herramientas?
Si, para mí y para el ganado. Un botiquín bastante completo donde no falta material de desinfección, apósitos para rozaduras, material de sutura, antiinflamatorios, analgésicos, suero oral, omeprazol, antibiótico para el perro y una crema para las almohadillas… También llevo material de guarnicionería para reparar el equipo si se rompe algo. Como mis équidos van descalzos, llevo una escofina para repasar los cascos si se desequilibran en su desgaste. Si la ruta es muy larga, más de 300 kilómetros, a veces llevo botas de goma, por si se aspean.
¿Ha avanzado mucho la oferta de material para viajar a caballo?
Si, cada poco tiempo hay alguna novedad. Entre los socios de CALC hay, por ejemplo, dos viajeros ecuestres que son guarnicioneros y que confeccionan sillas y equipos ad hoc, que ellos mismos van mejorando a base de su propia experiencia.
Mi equipo de carga lo compré en Francia. Mucha gente utiliza material militar, sobre todo del ejercito suizo. Yo utilizo el baste canadiense. Ahora los hay de aluminio y son muy ligeros. La tendencia es reducir el peso y simplificar el montaje y el desmontaje del equipo. Hay ya maletas fabricadas con fibra de carbono, un material muy fuerte y ligero, que además es impermeable. Luego, cada uno se hace sus adaptaciones, en función de sus gustos, añadiendo ganchos para las alforjas u otro tipo de soportes.
¿Cuántos animales recomiendas llevar?
Aunque se puede viajar con un caballo, creo que como mínimo hay que viajar con dos, porque te da más autonomía. Además, el caballo es un animal gregario y está más a gusto con otro congénere a su lado. Para mí la autonomía es muy importante y por eso viajo con tres.
¿Qué equipo consideras imprescindible?
No es fácil la respuesta, porque dependerá del recorrido del viaje, de la estación del año, de su duración… Aparte del equipo de los animales, si tuviera que reducir al máximo el equipaje llevaría un saco de dormir y una funda vivac. También llevaría cartografía digital. Yo viajo con una aplicación francesa que se llama Iphigénie, que cubre toda Europa y que está muy bien. Para utilizarla necesito, evidentemente, una tablet o un móvil. En mi caso un móvil, con una buena pantalla, además de una placa solar y una batería pata cargar el móvil y las linternas. Otro elemento clave es el equipo personal, en el que conviene invertir bien. Yo utilizo material técnico que protege del agua, del viento y del frío, y además es ligero. Llevo pantalones y también unas botas de trekking, muy útiles cuando hay que bajarse del caballo y ponerse a andar. También hay que llevar algo que te permita cocinar: un infernillo y una marmita. Finalmente, añadiría un cercado eléctrico o una cuerda larga, para que los caballos puedan descansar y comer a gusto.
¿Qué montura utilizas?
Una Pódium Trashumancia. Está muy bien, es muy cómoda. Quizás su único defecto es que no es demasiado robusta. Todo el material que uso es de cuero y lo tengo muy bien mantenido a lo largo del viaje. Como tipo de sudadero, existe una coincidencia bastante general entre los viajeros: utilizar un material sintético que se llama vet-bed, que se utiliza como cama para los perros, y que es estupendo. Es fungicida, hipoalergénico, se limpia muy bien y seca rápido.
Hay muchos sitios donde no puedes acampar ¿qué haces en estos casos?
El viajero a caballo no es más que una persona que se mueve para trasladarse de un lugar a otro con sus con animales, con su ganado y si, de repente, se le echa la noche encima deben prevalecer las leyes de la supervivencia y el sentido común. Si te permiten pasar por un sitio, en cierta forma, te están permitiendo que tú puedas vivaquear en esa zona para pasar la noche. Por su puesto, dejando todo limpio al día siguiente.
¿Cuánto tardas en montar y en desmontar el campamento?
Cambia de los primeros a los últimos días, pero de media, desde que me levanto, me aseo, desayuno, recojo, preparo los caballos y estoy en situación de marcha pueden pasar entre dos y dos horas y media. Hay que tener en cuenta que llevo un equipo bastante competo y tres animales. Normalmente me levantó a las siete de la mañana y estoy saliendo entre las 9:30 y las 10h. Me gusta desayunar bien, hacerme unos huevos, un revuelto de calabacín o de setas, tomar algo de embutido, café… porque, normalmente no vuelvo a comer hasta la cena. Tampoco es lo mismo montar que desmontar. Tardo menos en recoger el pastor eléctrico que en montarlo.
¿Las horas de sol te condicionan? Las jornadas cambian según la época del año…
Mi tendencia es no pasar de los 25 km diarios, lo que supone 5 horas de marcha. Si paso por un pueblo y hay una terracita, paro y me tomo una cerveza. En estos casos el recorrido puede ser de 6 horas. De manera que tengo tiempo suficiente para todo, en verano y en invierno. Mi idea es andar cada vez menos, entre 20 y 25 kilómetros. Hay muchos grandes viajeros, como Emile Bergè, que hablan ya de no superar los 20 kilómetros por jornada. Yo me suelo levantar cuando amanece pues no me gusta desmontar las cosas a oscuras, si no es necesario. Según la estación cambia la hora de salida y de llegada.
Para ti ¿viajar a caballo, es una afición o un estilo de vida?
Siempre he dicho que es un estilo de vida, que te hace libre, fuerte y nómada. Yo creo que el viajero ecuestre debe tener, sobre todo, afición, ganas y estar motivado para hacerlo. Luego la actividad te transforma porque te lleva a un estilo de vida saludable, física y emocionalmente, y te convierte en un ciudadano del planeta. Te ves diferente a los demás, tus preocupaciones son más sencillas: dónde voy a dormir, voy a encontrar comida para los équidos, habrá agua… tu vida se convierte en algo muy simple pero muy hermoso. Algo que te llena mucho por dentro, más introspectivo, que te hace más espiritual incluso.
¿Está creciendo el número de personas que viajan a caballo?
Creo que sí. Antes no había viajeros a caballo, había ruteros. Incluso el turismo ecuestre en España está muy dirigido a extranjeros: americanos, franceses, alemanes, británicos… que vienen a conocer nuestro país. El español es un poco reticente a moverse por el medio natural a caballo. Tenemos una gran tradición caballista, pero más dirigida a utilizar el caballo para festejos y para eventos determinados. Luego el resto del año, te olvidas de ellos.
Hay mucha gente que me para en el camino, que me pregunta, que está interesada, que acude a alguna jornada para aprender un poco más. En fin, creo que va en aumento, muy poquito a poco, pero bueno, hay gente que se resiste porque lo ve algo complejo.
Además de ganas, el viajero tiene que ser un poco aventurero, superar sus temores a salir solo o acompañado. Normalmente lo hacemos en un área que conocemos y hay que ser capaz de salir de esa zona de confort. Y cada vez hay más personas que dan ese paso.
Tus caballos van descalzos, ¿qué recomendarías a quien quiera hacerlo?
En principio, todos los caballos valen para ir descalzos. No deja de ser un animal donde sus genes y su anatomía está hecha para ir descalzo. Lo que aconsejaría primero es tener conocimientos de lo que significa el caballo descalzo y de lo que significa practicar el barefoot. Hay que saber en qué consiste, cuáles son sus limitaciones, cuáles son sus ventajas y sus inconvenientes, y saber cómo hacer la transición si fuera el caso. Con las mulas hago lo mismo. Si te quieres meter en el barefoot sería importante, pero no necesario, que el caballo no haya conocido las herraduras, porque tendría el pie más hecho a andar descalzo.
Hay gente que, en cuanto ve que el caballo tiene algo de sensibilidad, prefiere no seguir porque cree que va a empezar a cojear y piensa que no va a ser posible mantener el caballo descalzo. Hay que tener mucha paciencia y pensar que la transición durará toda la vida. Una cosa es que el caballo tenga sensibilidad y otra que cojee. En mis caballos he visto cómo, con los años, el pie se hace cada vez más fuerte y resistente, más duro, entendiendo la dureza como capacidad de realizar grandes recorridos sin necesidad de poner botas.
Es importante no perder nunca la paciencia. Cuando te aconsejen, “oye, vas a tener que herrar”, pon, antes de nada, botas al caballo, y si no, finaliza el viaje, pero no arrojes tan pronto la toalla. También hay que aprender a recortar o buscar un recortador de cascos de barefoot. Y hay que recortar cuando haga falta, ni antes ni después. Como mínimo, cada cuatro semanas. Empecé hace muchos años haciendo un curso de barefoot con el famoso podólogo equino Rafael Caparros. Después me he perfeccionado con Joe Camp, Jaime Jackson y Monique Craig. Finalmente, practico el barefoot y recorto los cascos siguiendo los principios de Pete Ramey. El objetivo es lograr un casco muy parecido al de los Mustang y para ello hay que recortar siempre que sea necesario.
Para obtener buenos resultados hay que poner atención a la manera como tenemos nuestro caballo, que debería ser de la forma más natural posible, es decir, en libertad, en suelos preferentemente duros, con una alimentación adecuada, “ojo con el exceso de la hierba primaveral” y, por último, que trabajen, a ser posible, diariamente. Cuando trabajo o salgo al campo con mis équidos no esquivo los terrenos duros. Sin embargo, cuando realizado un viaje con ellos procuro pisar la parte más suave del camino desde el primer día.
¿Qué gran viaje tienes pendiente?
Quiero hacer un recorrido de más de 6 meses, por toda la península y Portugal, el sur de Francia y, quizá también, entrar en Andorra. Salir de mi casa, en Rosas, hacer toda la costa del Mediterráneo, cruzar Andalucía, seguramente por Sierra Morena, entrar por el sur de Portugal, subir todo Portugal, quizá siguiendo el camino de Santiago portugués, un poco pegado a la costa, seguir después el camino norte de Santiago hasta Francia, cruzar los Pirineos de oeste a este y finalizar en casa. Ese es mi sueño.
Háblanos de los realizados
Mi actividad como viajero a caballo, tal como hoy lo entiendo, comenzó en 2014, tras pasar a la reserva. El primero fue ir a Monserrat desde casa en una semana con mi caballo Bronco, que era un potro de algo más de tres años. Poco después, hice mi primer gran viaje, que fue la Vía de la Plata desde Monesterio, en Badajoz, en un recorrido de unos 900 kilómetros. Lo inicié en aquel febrero en el que se comenzó a hablar de las ciclogénesis explosivas. Tardé una semana en salir, porque no paraba de llover, y finalmente el 6 febrero empecé el viaje, que acabó un mes después. En esos treinta días, me encontré sólo con dos peregrinos. El primero en Zamora, donde yo me dirigía hacia el camino de Sanabria y él seguía hacia Astorga. Dormimos esa noche en el mismo albergue. Era un galés que me dijo que estaba harto de ir solo y que iba a tomar el camino francés a ver si encontraba más gente. Yo le dije, que estaba encantado de ir solo. Luego me encontré al segundo, un francés, en la penúltima etapa, a 15 kilómetros de Santiago.
Otro viaje que recuerdo es el que hice desde Málaga a El Rocío. Entré al Parque Nacional de Doñana por Sanlúcar de Barrameda junto con una de las cofradías, crucé Doñana para llegar al Rocío. Después seguí hacia Sevilla y de Sevilla a Monesterio. Fueron unos 700 km. También he realizado una parte del camino mozárabe, siguiendo una ruta circular que va desde Córdoba hasta Mérida. De Mérida baje por la vía de la Plata hasta Sevilla y de Sevilla a Córdoba, cerrando la circunferencia.
Mi viaje más largo e importante hasta la fecha fue el que realicé en 2019 y que llamé “Del Mediterráneo al Atlántico a través de la Península Ibérica”. 2.100 kilómetros en tres meses. Un viaje que hice en solitario hasta Segovia. Desde allí hasta Lisboa me acompañaron mis amigos franceses Laurent y Anne. Después seguí en solitario hasta Cortadura, en el Atlántico, para volver a cruzar Portugal y acabar en Monesterio, Badajoz. La razón de ir a Monesterio es que tengo una hermana que vive allí, donde tiene una finca, lo que me facilita mucho el ir con los caballos. Desde allí he hecho muchos recorridos por Huelva, Sevilla y Badajoz.
Por Francia he hecho toda la zona sur de Francia. También hice Francia de norte a sur, saliendo prácticamente de París para llegar a Millau, unos 800 kilómetros. El año pasado, en julio, junto a mi amigo Laurent y, a partir de la última semana, con mi pareja Susanne Lenk, acudimos a caballo a Equirando, desde Auxerre hasta la Picardie, unos 700 kilómetros.
También he hecho la Sierra de Guadarrama de oeste a este por la provincia de Madrid y de este a oeste por el lado de Segovia. He recorrido el río Duratón desde su nacimiento en Somosierra hasta Peñafiel en Valladolid. Después seguí hasta Cuéllar, Segovia capital y, por la cañada real soriana, volví al punto de partida. Por Cataluña he recorrido casi toda la provincia de Girona, la cordillera del Cadí, el litoral, Montserrat y el Ebro.
Durante la pandemia, recorrí junto a mi amigo Ángel Sánchez la comarca de la Alcarria, emulando el viaje de nuestro premio nobel Camilo José Cela. Un camino que recomiendo a todo el mundo, porque descubrí una parte muy singular y bonita de España, como es la Alcarria. Camilo José Cela no lo completó, pero nosotros hicimos la vuelta circular. 12 días y casi 300 km.
También he recorrido la sierra de Albarracín, en Teruel, para acudir a Tramacastilla donde su alcalde, José Luis, organizaba unos encuentros de viajeros a caballo. En la provincia de Soria he recorrido la Sierra de Urbión, la Laguna Negra, una de las pocas lagunas glaciares que hay en España y el camino natural del Duero. También he realizado parte del camino natural del Ebro en la parte aragonesa y catalana, el desierto de las Bárdenas, la ruta del Santo Grial, los Monegros…
Siempre hay algo que te apetece hacer y te motiva porque forma parte de la historia, la cultura, la geografía, la tradición... Gredos es un ejemplo: aproveché un encuentro de viajeros ecuestres en Alburquerque, Badajoz, para ir a Gredos y desde allí comenzar mi viaje. También tengo planeado un viaje a Caravaca, el tercer lugar de peregrinación jubilar que hay en España.
¿Haces los tracks?
Normalmente no los suelo hacer, pero sí que me trazo un itinerario general por el que quiero ir. Escribo en mi diario los lugares por donde voy a pasar. Calculo las distancias a esos lugares y veo que más o menos cumplen los objetivos que yo tengo. A partir de ahí, el track se va realizando sobre la marcha en la cartografía digital que llevo. De hecho, dejo muchas cosas a la aventura, a lo que pueda pasar, porque creo que forma parte de los atractivos del viaje ecuestre. Me fío mucho de los lugareños, de sus recomendaciones. Trazo un eje y sobre él me muevo a izquierda y derecha en función de los atractivos que encuentre, intentando no pisar asfalto.
¿Qué es lo que más te ha impresionado en todas estas rutas, un lugar, una experiencia, eso que se te ha quedado grabado?
Cuando finalizo un viaje de estos, me encuentro nuevo por dentro. Hoy en mi Facebook recordaba mi paso por el valle del Tera, hace 9 años, donde comentaba que el río Tera es muy famoso por sus truchas, y doy fe de ello pues esa noche, donde paré a dormir, cené la mejor y más grande trucha de mi vida. Son recuerdos que te quedan para toda la vida y que te llevan a otros, como el de una chica que se puso en contacto conmigo, cuando estaba llegando a Zamora, para que visitara un alberque que estaba montando en la capital. Me lo quería enseñar. Cuando llegué, estaba ella al lado del pequeño edificio donde quería abrir el albergue sin nada hecho. Pase allí la noche durmiendo en el suelo. Siempre quedan recuerdos y siempre vas haciendo amigos.
Otro ejemplo. Llegando a Soria desde Portugal pasé la noche al lado de una ermita a 1.100 de altitud y con aguanieve. Allí terminé de leer un libro y decidí dejarlo allí para quien lo encontrara. Escribí en él una dedicatoria, con algún dibujito de mis caballos y mi perro, puse la fecha y lo dejé en el paño de la cerradura. Te quieres creer que, al cabo de unos meses, una chica contacta conmigo y me dice que me llama porque tenía muchas ganas de saludarme. Su tío, que era pastor, había pasado por allí con las ovejas. Había encontrado el libro, que estaba dedicado por un caballista, y se dijo “como a mi sobrina le gustan los caballos, se lo voy a regalar”. Estas anécdotas quedan para toda la vida.
Hablando de lugares ¿tienes alguno que sea tu favorito?
Hay tantos… Siempre digo que soy un enamorado de nuestro planeta, de sus montañas, desiertos, mares… Me atrae todo tanto que no te sabría decir. Te he hablado antes de la Laguna Negra. Allí hay una zona que llaman “Los abuelos del bosque”. Árboles centenarios, que están todos censados, con sus tarjetitas que explican que su madera se utilizaba para construir los barcos que iban a América. Para ello se creó la Compañía Real de Carretas, había más de 1.000, que llevaban esta madera hasta los astilleros de Cádiz y Huelva.
A mí, los árboles me trasmiten mucho. Estaba allí sólo, con la nieve, rodeado por ellos. Esa noche dormí en un refugio y se me escaparon los caballos. Los había dejado sueltos, con una cuerda larga para que aprovecharan el máximo de la poca hierba que había entre la nieve. Me quedé preparando la cena y escribiendo el diario y se empezó a levantar el viento. Me asomé fuera y no estaban los caballos. Seguí sus huellas en la nieve y los recuperé al cabo de dos horas. Era totalmente de noche, todo nevado, con una luna llena, a dos mil y pico metros de altitud, volví al refugio montado a pelo en Boti, con todas las cuerdas, en un entorno espectacular…. Es algo que nunca olvidas.
Son situaciones también ¿no?
Sí. Sabes que todos los ríos tienen su camino natural y eso es muy interesante para los viajes ecuestres, entre otras cosas, porque son muy buenos caminos y además en ellos hay algo necesario que nunca falta, el agua. Pues, bajando por el Duero, me encontré el río desbordado y por tanto infranqueable. En estos casos tienes que cambiar y encontrar alternativas, no siempre fáciles, pero que dan aliciente al viaje.
¿Qué nos dices de los cielos que disfrutas?
Una de las cosas bonitas de viajar a caballo, es la noche. El cielo se transforma en el techo de tu campamento. Antes de irme a dormir, siempre me gusta quedarme un rato mirando el cielo. Normalmente duermes en zonas con poca o nula contaminación lumínica, lo que te permite ver las estrellas de una manera increíble. El cielo, las estrellas, forman parte de ese universo que tenemos, de nuestra naturaleza y también te aportan mucho. Siempre me han atraído. Me gusta entretenerme identificando las estrellas.
¿Qué echas de menos en España en el trato que se da al viajero a caballo?
Hay tres países por los que he viajado a caballo. Portugal, España y Francia. En Portugal se me hizo muy difícil viajar. Hay muy buena gente, tuve muchísima ayuda, hice verdaderos amigos, pero es el lugar donde he pisado más asfalto en mi vida. Las fincas están cerradas, y no hay servidumbres de paso.
Nosotros tenemos vías pecuarias, caminos y muchas servidumbres de paso. Pero a menudo te encuentras que algunos pasos se han cerrado cuando deberían estar abiertos. En Francia existe otro talante respecto a los animales, grandes y pequeños. Aquí yo tengo problemas con los perros. No nos dejan entrar con ellos en ningún sitio. Qué decir de los caballos. En Francia es raro que esto ocurra.
Allí tienen menos caminos, pero hay una ventaja. En las carreteritas que unen los pueblos, casi siempre dejan unos arcenes transitables donde crece la hierba. Es fantástico, hay muy poco tráfico y puedes ir de un pueblo a otro con un buen suelo. Cuando llegas a los pueblos, normalmente los ayuntamientos te facilitan las cosas y te indican un lugar donde pasar la noche. Yo lo he hecho en la misma plaza de la iglesia. Esto en España no me ha pasado.
Creo que en España tenemos un país perfecto para viajar a caballo, porque tenemos muchísimo mundo rural, hay muchísimo camino, muchísimas pistas… pero falta esa sensibilidad que sí tienen, por ejemplo, los franceses, hacia el mundo animal.
Háblanos de alguna situación donde lo hayas pasado mal.
Siempre he tenido mucha suerte. Mucha gente me pregunta si no tengo miedo a que me roben. Nunca me ha pasado. Yo aplico la teoría de los tres días. El primero sorprendes. El segundo te ven y, si hay alguien con malas intenciones, empieza a hacer una valoración de si le interesa algo de lo que tú tienes, para asaltarte al tercer día. Por eso digo que no hay que permanecer en el mismo lugar más de tres días.
Hay situaciones en las que lo he pasado mal. En la zona del Cadi, en la Cerdaña, un lugar precioso, con unos escarpados y abismos increíbles, bajando por un antiguo camino de contrabandistas, con esas piedras de caliza que a los caballos les resultan muy incómodas, en una zona muy estrecha que daba hacia al abismo se salió del camino una de las mulas y se iba para abajo. Me tiré al suelo cogiéndola por el ramal, pude hacer palanca en unas piedras, y con la ayuda de mis compañeros empezamos a descargar la mula para que se sintiera más ligera y segura. Finalmente pudimos recuperarla.
Otra vez se me cayó un caballo en una riera, bajando de la montaña en un terreno resbaladizo, al pisar una raíz. Acabó en el río con la carga pasándole el agua por encima. De nuevo hubo que quitarle la carga y sacarle con la ayuda de una polea improvisada.
Con la carga, aumenta la anchura, lo que dificulta el paso por lugares estrechos ¿cómo lo resuelves?
Hay algún paso que no lo he podido realizar precisamente por la carga, porque incluso descargarla y llevarla a mano era peligroso. Además, nunca sabes si a los 200 o 300 metros te vas a encontrar otra vez con lo mismo. La solución es dar la vuelta. Estas maletas son muy cómodas para llevar el equipo y para cargar y descargar, pero tiene el inconveniente de que necesitan más anchura de paso, aunque los animales se acostumbran a ir con ellas y aprenden a medir las distancias. Es fundamental llevar una sierra para abrirse paso, lo que no impide que, a veces, también tengas que descargar.
Una última recomendación
Si realmente viajar a caballo te apasiona y tienes ganas, piérdele el miedo y anímate a hacerlo realizando primero pequeños recorridos de una o dos noches. Prepara a tus équidos y a ti mismo, consigue un buen equipo y, si es posible, encuentra un buen compañero o compañera que quiera hacer lo mismo. Y, por último, lánzate a conquistar el mundo.
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