Os dejé en Galisteo, provincia de Cáceres, me dirijo a Oliva de Plasencia y al día siguiente la jornada me llevaría a Aldeanueva del Camino, donde el ayuntamiento me cedió su plaza de toros, para el descanso de mis caballos. Pero no tuve la precaución de revisar todo para que no pudieran escapar.
Normalmente, cuando acampo, pongo picas clavadas con cuerda que ato a los caballos, para que puedan pastar, cómo suponía que estaban encerrados, no los até, ERROR!!! Había una valla metálica, que saltaron.
Gracias a que los tengo con collar y con mi teléfono, me llamo un lugareño, Carlos, tío genial, que se los había encontrado cuando iban por la carretera. Consiguió cogerlos y los llevo a sus instalaciones. Tras ponerles forraje y pienso, me llamó. Y no sólo eso. Pasó a buscarme por el albergue y recoger los aparejos de los caballos. Le estoy super agradecido.
Al día siguiente parto hacia Puerto de Béjar, abandono Extremadura y me acoge Castilla y León. Ya es jueves 27 de abril y mi día 47 de travesía. Estoy fuerte. Llevo super bien mis 65 años. No me duele nada y mis caballos y perro, están perfecto. Cruzo el puente romano de Malena para llegar a Fuente Robles de Salvatierra. Tras 28 kilómetros necesito un baño y descansar. Conozco al padre Blas, muy conocido en la zona por regentar el albergue de peregrinos. ¡Un tío genial!
Tras descansar, al día siguiente parto hacia Morille, donde un amigo que hice en Cuéllar, me trajo un saco de pienso, que mis caballos agradecieron. En Aldea Tejada, conozco a Manuel, a su señora Magdalena y sus dos hijos que, al verme acampar con los caballos, no dudaron en invitarme a comer a su casa. Muchas gracias!!! Gente fantástica.
Llegó a Salamanca, el domingo, cruzando su puente romano, con más de 2000 años de historia. Visito, con mis équidos y el perro, su espectacular Plaza Mayor, la iglesia de San Martín y la Universidad más antigua de España. Abandono Salamanca para pasar la noche en San Cristóbal de la Cuesta, donde David, el del albergue, me cede su cabaña, sin luz ni agua, pero donde un vela me dio la luz que hacía tiempo no veía.
Al día siguiente se me pegan las sábanas (algo no habitual) pero la buena compañía y un buen vino, alargó la noche. Llegué bastante tarde a El Cubo de la Tierra del Vino, municipio de la comarca zamorana de La Tierra del Vino, donde tras una duchita, probaremos el vino, que espero no me siente mal, ja ja! Os sigo contando
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