Gonzalo Osorio, 26 años, trabajaba en Holanda y llevaba un tiempo ahorrando con la idea de viajar. De hacer un viaje de aventura, pero no sabía cuándo ni a donde. Hace un año empezó a montar en Holanda y muy pronto tuvo claro el viaje que quería hacer “a caballo”. El pasado 1 de marzo salió de Palas de Rey, Galicia, ahora va hacia Roncesvalles para tocar mañana la frontera con Francia y volver al punto de partida. Una aventura con luces y sombras, llena de buenos y malos momentos.
Este madrileño viaja en modo autonomía y ligero de equipaje, con Senda, una yegua prestada, cruce de español y frisón. Una yegua con carácter, “muy terca a veces” que le ha dado no pocos disgustos. “La primera noche se soltó y estaba durmiendo cuando me llamó la policía. La habían encontrado unos chicos. Uno de ellos la conocía y llamó al dueño, que dio mi teléfono. Me recogieron y no me lo hicieron pasar especialmente bien durante bastante rato. Volví con ella andando de noche al campamento”.
¿Cómo llegas hasta aquí?
Quería hacer un viaje de aventura. Empecé a montar hace un año en una hípica en Holanda y me gustó mucho y tuve claro que quería hacer un viaje a caballo. Luego estuve 10 días en casa del dueño de Senda, en Palas de Rey, haciendo voluntariado. Allí monté bastante e hice alguna ruta y el uno de marzo salí dirección a Francia.
Te tiraste de cabeza a una piscina medio vacía y sin casco… Que has aprendido y que has desaprendido en el viaje
Bueno, la semana de antes de empezar el viaje, me fui con el caballo y pasé una noche fuera. He aprendido de muchos errores y de la práctica. Cosas como el manejo de la yegua, a montar un poco mejor… También he aprendido a entenderme mejor con Senda, a entender mejor qué necesita, que le altera … pero me queda mucho por aprender todavía.
También he desaprendido cosas que el día a día me ha mostrado que no eran las correctas. Tienes una idea predefinida de lo que es un caballo y resulta que es otro mundo, distinto. Voy encontrado la mejor manera de hacer bien las cosas en la rutina diaria. En los descansos, normalmente un día a la semana, en buscar sitios donde la yegua pueda pastar a gusto… Entre lo desaprendido, destacaría que he perdido la vergüenza. Al principio me daba corte o reparo buscar la ayuda de la gente. Ahora cuando alguien ofrece echarme una mano la cojo, sin dudarlo.
Me imaginaba que iba a ser una aventura increíble, llena de momentos fantásticos, inolvidables y, por supuesto, con algún momento malo. Hoy te diría que es una aventura fantástica, llena de momentos duros y desagradables y con algún momento maravilloso e inolvidable. El día a día está más cerca de los momentos duros, pero hay otros fantásticos. He aprendido que el disfrute depende, de alguna manera, de lo que hayas sufrido. Así, cuando llegas al destino de cada jornada toca disfrutar y lo hago intensamente, especialmente si es un sitio chulo. Y lo hago en la misma proporción que antes he sufrido.
A veces es simplemente cansancio físico y mental. Me cansa estar de mal humos. Hay ratos que quiero terminar, pero me doy cuenta de que el malestar es responsabilidad mía. Me afecta mucho el comportamiento de la yegua. Es una yegua muy buena, estupenda, pero cuando se pone terca y da la lata es insoportable, me afecta mucho y me doy cuenta de que me queda mucho por aprender sobre ella, por entenderla. Algunos problemas con la yegua, una semana entera lloviendo… es más cansancio mental.
Háblanos del recorrido que has hecho y del que te queda
Empecé en Palas de Rey, que es de donde es la yegua, que está en el Camino de Santiago. Desde allí hice dos etapas dirección a Santiago, hasta Arzua, donde tomé el Camino Francés hasta Ribadeo. Cruce Asturias siguiendo el Camino, más o menos, buscando desvíos para evitar carreteras, especialmente en el triángulo de Avilés, Gijón y Oviedo, donde me metí un poco al interior, cerquita de Oviedo por el Naranco, para volver a conectar con el Camino en la costa de Villaviciosa. Desde ahí continúe por el Camino de Asturias y luego, en Cantabria, me tiré por el interior, hasta los Valles de Pas para luego bajar hacia el sur, hacia las Merindades, en Burgos, hasta Castrobarto.
Estuve en casa de Martín, de Trankoz Tranko, un tipo estupendo que me recomendaron, que conoce a la perfección la zona y que me enseñó la mejor manera de cruzar el País Vasco y cómo subir hacia Navarra por unos sitios estupendos. Le llamé y me dijo que fuera para su casa. Me dio confianza para meterme más en la montaña. Desde ahí, entré en Álava, por Sierra Salvada, pasé por Gorbea, por Landa y llegué a un pantano maravilloso. De allí me dirigí a Lecumberri, que ya es Navarra, y desde allí enganché el Camino de Santiago, al revés, para tocar Francia.
En estos montes pasé dos malas noches. Había muchos caballos de carne sueltos por el monte y vinieron a dar la lata. Relinchos, carreras… Una de las noches Senda se escapó, pero, afortunadamente, pude cogerla al segundo intento…
¿Te has encontrado mucho peregrino?
Cuando empecé no me encontraba a nadie. Algún día me cruzaba con un par de ellos. Después de Oviedo seguí por el Camino Primitivo y ahí había alguno y después de eso ya no he vuelto a ver nadie.
¿Cuál es tu rutina diaria? ¿Cómo te organizas?
Depende de cada día. No siempre hago los mismos kilómetros. No madrugo mucho. Me suelo levantar entre las 9 y las 9,30 y desayuno tranquilamente. Muevo a la yegua del sitio donde ha pasado la noche para que pueda pastar más, recojo el campamente, ensillo a la yegua y, entre las 10 y las 11, nos ponemos en marcha. Sobre las 2 de la tarde paramos una hora a comer y desensillo la yegua para que coma a gusto. De nuevo seguimos el camino y, entre las 5 y las 7 de la tarde llegamos al destino. Suelo hacer entre 20 y 30 km en función de donde vaya e intentó evitar hacer más de 30.
¿Cómo resuelves los herrajes?
De momento sólo he tenido que cambiar una vez y me fue muy fácil. Hablé con Florentino, de Floating Boots, en Villaviciosa, dónde paré un par de días porque venían unos amigos a verme y me recomendó un herrador amigo suyo, que herró la yegua en Llanes un par de días después. Inicialmente pensamos usar botas, pero no pudo venir un chico que iba a medir bien los cascos para evitar problemas y, finalmente, pusimos unas herraduras Dupplo. El segundo herraje lo he puesto de hierro porque no encontramos unas Dupplo de la talla que necesitábamos.
¿Qué equipo llevas?
Todo el equipo que llevo me lo vendió, de segunda mano, un australiano que viaja mucho a caballo. Mientras preparaba el viaje, seguía trabajando en Holanda y busqué por Internet gente que viajara a caballo. Encontré en Alemania una pareja, él australiano y ella alemana, que han viajado mucho a caballo. Él, además, fabrica su propio equipo. Fui a verlos y al final acabé comprando el equipo que había usado su novia en su última ruta. La silla tiene un pomo tipo western, pero no es una silla western. Está fabricada con fibra de carbono con borrego encima. Lo más interesante es que todas las alforjas, de delante y de detrás, van sobre la silla y no hay ningún peso que vaya directamente sobre el caballo, lo que evita molestias y rozaduras. Me dio un sudadero de piel de ciervo y una manta de lana que va por encima, que van estupendos. La yegua no tiene ninguna rozadura. Estoy super contento con el equipo.
¿Qué equipaje llevas?
En una alforja llevo unas cuantas cosas, algunas que todavía no he utilizado, pero que son necesarias: un botiquín, un kit para coser y reparar si se rompe algo de la silla o de la cabezada, una cabezada extra, una cajita de metal que hace de cazuela y de táper y papel higiénico. En la otra alforja llevo ropa y una bolsa con los cargadores y una batería del móvil.
Delante llevó comida en una alforja y, en otra, cosas del caballo, una máscara para las moscas, los cepillos, el pincho para los cascos, un peso de pesca, para pesar las alforjas y que estén equilibradas, y dos botellas de litro y medio. Para dormir llevo un saco con una funda de vivac, una esterilla y un toldo.
¿Estás en la fase de “si lo sé no vengo”?
No, no, para nada. No me arrepiento ni un poquito, pero creo que tiene que pasar mucho tiempo para que me apetezca volver a hacerlo. Estoy metido en ello y voy a acabar. Incluso, cuando tengo alguno de esos días en los que sufro como un cabr…, que estoy de mal humor… me digo “joder, qué lo que estoy haciendo es la leche y que, aunque sufra, a la larga me voy a alegrar toda la vida de hacer esto”. Estoy seguro de que cuando termine voy a querer hacer otro viaje, pero no de esta manera. Con tan poco conocimiento y tan improvisado, pero me alegro mucho de estar haciéndolo, desde luego.
¿Y después de este viaje?
Me dicen que quedaré un poco desubicado, pero tendré que volver a la realidad. Tendré que buscar un trabajo, obviamente, pero vamos, no tengo ni idea de que va a ser eso, ni idea de qué quiero hacer. De momento sólo me centro en esto.
¿Qué le dirías a alguien que quisiera hacer lo mismo?
Esa pregunta me cuesta, porque la respuesta dependería de a quién se lo dijera y los mensajes genéricos no me gustan. Lo que más echo de menos es conocer bien, entender bien a los caballos y su manejo. Otra cosa sería planificar mejor la ruta. En mi caso me ha supuesto mucha incomodidad, mucha comedura de coco, pero también me ha llevado a conocer a gente, a moverme, a preguntar. También me ha permitido conocer gente como Martín, una persona fantástica. No tenía ni idea de por dónde tirar, y me he metido por el País Vasco, por montaña, por unas etapas super duras pero preciosas. He sufrido mucho en ellas, pero me alegro muchísimo de haber pasado y de haberlo hecho.
¿Cómo organizaste el viaje, llevas mapas, tracks…?
Localice a un chico escocés que, más o menos un año antes, había ido desde Siena, Italia, hasta Finisterre. Tenía su ruta y la idea era ir conectando puntos de paso. Sabía que iba a ir por el Camino de Santiago, y eso es todo lo que prepare, no mucho más. No he utilizado GPS ni Wikiloc, al ir por el Camino de Santiago. Iba con un track por si acaso, pero tampoco me hacía mucha falta. Luego, en cada desvío que he hecho, he ido con tracks de Wikiloc y ahora estoy al cien por cien con Wikiloc.
¿Cómo te trata la gente?
Algún desalmado hay, que hace mucho daño. Sienta muy mal que la gente no te trate bien, pero tampoco tiene por qué hacerlo, y la ventaja es que con ellos la relación dura diez segundos. La gran mayoría es gente super maja, que te invita a su casa, te invita a cenar, que te dice que quedes a descansar, que es con quien realmente pasas tiempo. Gente maravillosa, de verdad, algo que no ves en el día a día en tu vida normal, que lo hacen de corazón. Sin su ayuda sería una locura.
Hay otra cosa importante. Es preguntar y dejarte guiar. Es algo esencial. Las recomendaciones de la gente que conoce la zona y te manda por sitios increíbles e inesperados dan mucho aliciente al viaje. Como el sitio donde estoy acampado, al borde de un lago, un lugar estupendo para pasar la noche y con mucho pasto para que la yegua pueda comer. Un sitio que, de no a ver hablado con la gente, nunca hubiera conocido.
¿Háblanos de tu yegua?
Se llama Senda, tiene 7 años y es un cruce de frisón y español. Es un pedazo de yegua, grande y superfuerte. No tengo muy claro que se haya hermanado conmigo. Con ella tengo días buenos y malos, aunque la relación es ahora mucho mejor que al principio. Entonces no nos entendíamos nada, ahora nos entendemos mucho mejor, pero según el día. El problema es cuando se pone terca, no hay quién la mueva, se cuelga de las riendas. No tiene gestos malos, digamos que tiene su carácter.
Las veces que se me ha escapado, lo he pasado realmente mal, pero al final no ha pasado nada, Es algo que me impone desde el principio. Me pongo muy nervioso cuando ella está nerviosa, especialmente por la noche, cuando no para quieta. Al principio, por las noches, siempre estaba súper nerviosa. No paraba quieta. En vez de descansar y comer, estaba andando o trotando de un lado a otro constantemente. Se me escapó otra vez el otro día y se fue con una manada de caballos de carne que había en el monte. Fui a por ella, me acerqué, y al segundo intento se dejó coger sin rechistar. No pasó nada, pero lo pasé mal. Lo peor es verla nerviosa, son los momentos más tensos.
La otra noche estaba en unas campas en la montaña y había como 3 manadas de caballos. Afortunadamente la pude cerrar en una especie de refugio con una buena puerta, pero bajaron todas las manadas y la liaron. Por todas partes se oían carreras, relinchos, cencerros y ella histérica, corriendo de un lado para otro, dando golpes a la puerta. Pensé que acabaría tirándola. Estas situaciones me ponen muy nervioso y me crean mucha angustia.
Yo la veía ahí cerrada, en la montaña con manadas de caballos salvajes alrededor llamándola, como en una película de Disney queriendo irse con sus amigos y pensaba “pobrecita, es normal que esté así”.
Hay algo que aprecio pero que se me olvida a menudo y es el orgullo que siento por mí y por la yegua de cómo las cosas han mejorado desde el primer día. Antes todo era una batalla. Sigue habiendo días desagradables, pero con la yegua ahora la relación es otra.
Maria Amor Martinez | Jueves, 11 de Mayo de 2023 a las 13:28:27 horas
Aupa Gonzalo!! Que maravillosa experiencia para aumentar tu autoconfianza , la primera de esta magnitud pero no la ultima, seguro. A quien no olvidaras nunca es a Senda , quien te ha ayudado a lograrlo todo.
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