La representación religiosa y artística del caballo se remonta a la prehistoria, primero sobre las paredes de roca, luego con tallas en hueso y más tarde en arcilla, bronce y otros materiales que muestran cómo el caballo siempre fue importante para el hombre.
Representaciones que permiten conocer el uso que se le daba al caballo, cómo se montaba y que tipo de equipos y arreos se utilizaban en su manejo. El conjunto ecuestre de Marco Aurelio en el Capitolio romano marca un hito artístico en ese vínculo del hombre con el caballo. A partir de él, durante siglos, la escultura ecuestre fue una reválida, de calidad, para los artistas. Hoy, José Miguel Flores une la forja artística y la escultura ecuestre y lo hace utilizando herradoras como material creativo.
Afincado en Mora D’Ebre, Tarragona, este chileno universal, técnico Superior en Construcciones Metálicas, sintió la llamada de la forja y viajó por Irlanda, Sudáfrica y España, para aprender técnicas y estilos, unas experiencias que transformaron la forma en que veía el hierro y otros materiales, como el bronce o el titanio, con un repertorio infinito y espectacular de trabajos.
Un día llegaron unas herraduras a su taller y decidió utilizarlas para convertirlas en caballos de hierro.
"Mi trabajo - explica José Miguel- es una tentativa constante de combinar diversos materiales usando métodos tradicionales y no tradicionales. Mis piezas son sobre la dualidad y la transformación, del sólido al líquido, el hierro al orgánico, del estático al animado, un equilibrio entre la violencia y agresión con belleza y armonía. Trabajar el metal es un viaje de formación permanente en que intento aprender todos sus secretos".
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